miércoles, 7 de diciembre de 2011

Dices miedo / lecturas

Dices “miedo a que entre sueños, por las noches, esas mismas imágenes
me pesadillen”. Dices “no detener la garganta, el grito”. Dices
“crecer como las piedras hacia adentro”. Dices con las palabras, las
fotografías, los silencios, los cortes, la gráfica, la tipografía, los
colores, el rojo estallido final. Dices miedo, Eugenia, y no detienes
la garganta y nos llevas y nos llevas y nos pesadillas hacia el
adentro concluyente del miedo.

Alejandra Costamagna
escritora



Dices miedo
Eugenia Prado Bassi

Hay escritores que escogen un camino difícil y duro para desarrollar su propuesta, escritores que se arriesgan en cada texto. En el caso de Eugenia Prado, más que transitar por los bordes, ella parece caminar por el canto inclinado de un abismo alto y riesgoso. No les teme a los excesos ni a los temas dolorosos, no se arranca de lo áspero ni de lo escabroso, sino que enfrenta lo perverso y lo extremo con un notable repertorio de intuiciones y talentos. Sin embargo, tras un libro complejo y logrado, Prado se aleja de la ruta ahora conocida, de la que podría ser una fórmula exitosa, y emprende la búsqueda de otro paisaje abrupto por el que adentrarse.
Su reciente entrega Dices miedo, a pesar de que consigue leerse fácil y rápidamente, resulta un texto sumamente cargado de significados, que apela a sensaciones que suelen permanecer adormecidas. Hace mirar de un modo nuevo los dolores que, necesariamente, comienzan en las infancias de víctimas y de agresores. Paralelo a la diversidad de textos y de registros, Prado se vale del uso de recursos estilísticos destinados a intensificar los escritos. Páginas blancas, páginas negras, diferentes tipografías, fotografías modernas y antiguas, retratos e imágenes abstractas, papeles desguazados, etc., todos ellos crean este collage de sensaciones que llevan al lector de un punto emocional a otro.
La historia, en lo esencial, consiste en el asesinato que comete una mujer contra su marido. Un hombre celoso y abusador, dominante, implacable. A partir de la presentación ─en la primera página─ de este hecho que es finalmente punto de partida y desenlace, Eugenia Prado nos sumerge en tres planos principales: el primero, los interrogatorios a la mujer por parte de una doctora; otro, que narra los pensamientos y sensaciones procesados durante el abuso y el tiempo de miedo como buenamente podía la víctima ahora victimaria. Y un tercero, que es un caleidoscopio de frases e imágenes que apelan directamente a la emocionalidad del lector, que actúan como catalizadores y a la vez como un universo que une y entreteje los lazos infinitos que hay entre una realidad y otra, entre los planos internos y los externos, entre lo que un individuo asume como propio y lo que otros ven o creen ver.
Un punto interesante es que la diagramación incluye fotografías aparentemente nostálgicas de la familia de la autora, cuestión que resulta perturbadora por una carga autobiográfica que se presiente y hace dudar. Pues necesariamente se reflexiona respecto del proceso creativo. ¿Cuáles son los límites entre la realidad y lo imaginado? ¿De dónde surgen los temas, los énfasis, los ángulos de la mirada? ¿Qué factores personales cargan la creación literaria y de qué modo consiguen procesarse? ¿Es lo real más real que lo imaginado?
Dices miedo es una novela que resulta una amalgama profundamente estética y densa de diversas miradas hacia un mismo escenario. Fragmentos de historias que finalmente son solo una, una historia particular, intensa, imposible de transferir a otros. Si acaso, apenas posible de mostrar fragmentariamente para producir en los otros el remezón de un dolor propio e inenarrable.

Beatriz García Huidobro
escritora




Una cabeza con imaginación produce pensamientos feroces

Interesante mezcla de registros en un despliegue a ratos poético, a ratos periodístico; con guiños digitales y con la burocracia implacabale que se muestra en los interrogatorios, donde doctora y paciente bambolean posicionándose como cazador y presa, presa cazador. La interpolación de documentos fotográficos conectados a ese miedo familiar; esta contradicción y violencia entre lo embriónico y lo funesto se ven nítidamente como una denuncia que va más allá de las palabras. En ese sentido me parece que este "crimen" que se debe ir reconstruyendo se encuentra proyectado a la edición del texto mismo; los detalles de impresión, la mezcla de grafías, el juego de colores, las sombras. Todo estos elementos que tú usas para organizar tu libro, son también otra forma de explicar una violencia que no puede ser contenida en las palabras y tampoco en un formato convencional de "libro". La relación madre hija es un trabajo poderoso que me remitió a esos vínculos tan intensos que vemos en Jelinek (La pianista) y en las dos mujeres de "Impuesto a la carne". Acá el hogar materno es una casa (como en "Lóbulo") donde se proyecta una promesa de apariencias que juegan con la protección y salvación. El uso de los interrogatorios agrega el suspense necesario que este relato necesita, porque este texto está dialogando con muchas referencias (Rojas, Lispector), y las imágenes recurrentes funcionan como ese vértigo que provoca ver una radiografía una y otra vez; es ese miedo a tener miedo. Hay líneas muy incisivas e ineludibles: "psiquiatrizar el miedo, huir de la oralidad insaciable"; imágenes exaltadas: "pegada a esa piel de hombre que fracasa", ésa me impactó por su implacable franqueza, o "una cabeza con imaginación produce pensamientos feroces", y creo que esa misma frase podría ser el título de una reseña, por ejemplo, para hablar de "Dices miedo". El miedo es ver nítidamente el perfil de los celópatas, el asesinato del marido, el muerto que desde una perspectiva póstuma relata; el vínculo entre asesinato y sexualidad, y la gran ironía con la que el relato se despide redunda en el crimen de ella que concluye con la foto matrimonial.

Nicolás Poblete
escritor, 2011





Leí tu libro. O en realidad no, lo viví como una experiencia, porque cuando decías miedo era miedo y era crimen y era negro y era desorden y era control. Hay tanto en tu texto: las figuras discursivas de la locura y del delito referidas a la mujer. Ella sometida, ella que resiste, ella encerrada. Precioso tu libro que deviene más que libro, sí, es una experiencia teatral. Un teatro donde la escena transcurre en el espacio físico de la hoja, donde uno no es sólo lector sino espectador de la acción. Los colores, los telones negros, las fotografías dan una densidad otra, una dimensión a la palabra tan intensa que el lector puede palpar. Porque tu libro se toca, Eugenia. Te felicito! Verdaderamente conmovedor estar allí. Tu libro es un lugar! Muchas gracias por ese momento en que uno comprende mejor la vida.

Ana Arzoumanian
escritora argentina, 2011





Terminé de leer "Dices Miedo", tu novela maravillosa. Me encantó esa factura indirecta de narrar mediante situaciones, es un recurso muy cinematográfico, visual y a la vez se mueve en el territorio del diseño gráfico. Pero además hay una investigación bien acabada del discurso psiquiátrico. Hay una clave importante de tu novela: la inversión: el supuesto personaje femenino, la doctora, es en realidad masculina. A la vez, la protagonista femenina también ejecuta un acto culturalmente signado como masculino: matar, las mujeres hospedan la vida, no la quitan, dice el mandato. Hay en tu libro rupturas y transgresiones muy interesantes. Aunque no es nuevo plantear la "transferencia psicoanalítica", que en teoría es un lugar de elaboración del trauma, como instrumento de tortura y de castigo, de penalización. Ya Foucault había planteado ese problema de la locura como metáfora de punitivización del "otro", de la alteridad, pero tu reelaboración del problema está fundamentalmente marcado por una forma y una estética literaria que delimita la escena y la instala en una familia burguesa que patologiza las aberraciones del capitalismo neoliberal. Por ejemplo: la obsesión con los afectos propia del individualismo liberal; el hogar sin hijos planteado como un lugar privado, sin valores y sin preocupación colectiva o solidaria; una mujer ociosa, probablemente mantenida, que no tiene otro horizonte que la posesión y la apropiación de un cuerpo masculino "para sí", para ella sola. Su terror es la posibilidad de compartir ese cuerpo con "otras". Hay un sentido de la propiedad privada muy capitalista que gobierna toda la novela.

Cherie Zalaquett
periodista, 2011




Era una tarde poco común... mis días habían estado intensos y un cambio en mi se avecinaba con bellas promesas, pero asumirlas implicaba un dolor desconocido.. tenía miedo; en este contexto me devoré tu libro... en esa tarde mientras viajaba desde los Andes al Cajón del Maipo, me trasladé en bus, en metro y en una micro rural.La melodía poeticotétrica en tu texto me agarró y me llevó a las profundidades del miedo sin adjetivos, como un desgarrador y silencioso lamento, perdiéndome en un latido mas veloz e incómodo que genera la entrecortada entrada de aire al dilatar la pupila cuando por un segundo todo pierde sentido y se paraliza algo en el pecho.Lo que más me gustó es el cuestionamiento que la mujer ejerce en la psiquiatra, donde se evidencia que el pretender controlar los impulsos no implica que el instinto no esté latente... entonces surge la pregunta: ¿qué es el miedo?, y podemos jugar con millones de respuestas probables, donde quisiera detenerme en el miedo como una mala jugada del ego... como un agente que potencia los estados estancados de la conciencia en supuestas "comodidades", el no enfrentar los miedos... es mas fácil que hacerse cargo de lo que debemos cambiar en nosotros simplemente para ser libres y por consecuencia continuar creciendo... evolucionando... como quieras llamarlo.El miedo es la cara del egoísmo mas intrínseco de nuestra especie... EL APEGO a cualquier cosa... a uno mismo... a otra persona... a una rutina... a un objeto... a una IDEA o logía.Podemos culpar a nuestros ancestros, al sistema, a las concepciones arcaicas del tiempo y el espacio... sin embargo, así como tan secretos son nuestros miedos... también lo son nuestras certezas, en ellas sabemos perfectamente que no podemos escapar de la verdad... y la verdad es que podemos crear y recrear todo en nuestras mentes y en nuestras realidades... por lo tanto el trabajo está en nuestras intenciones... ahí están los secretos del tiempo, del como vivimos; podemos ignorarlo... hacer de cuentas que lo olvidamos, pero nada detiene lo que ya se ha decidido en lo sutil... ya que por sobre todo somos energía.La mujer me aterró... porque me recordó cuan seductora es la idea de la autocomplacencia y el culpar a otros de todo cuanto no entendemos... ya sabes, los otros funcionan y funcionamos como espejos reflejando lo propio en lo ajeno y vice versa... el no tomar conciencia de esto genera caos e incomunicación... donde dominados por intenciones macabras... terminamos lamentando reacciones incomprensibles... desconocidas = DICES MIEDO.Al terminar de leer la última página me sentí aliviada, tal como ahora al recordarlo.

Natalia Henríquez Barboza
Guía de turismo, fotografía y de todo un poco.
San Pedro de Atacama

martes, 6 de diciembre de 2011

Dices miedo por Dauno Tótoro Taulis

Conocí a Eugenia Prado hace bastantes años, cuando un grupo de dementes, entre los que nos encontrábamos ambos, pretendimos realizar una obra que conjugara literatura, cine, plástica, mimodrama, animación, música, espacios surrealistas y viajes a la muerte, de ida y regreso. La experiencia fue un delirio que terminó con todo el mundo completamente confundido y entusiasmado. El entusiasmo radicaba en la certeza que la obra de arte había consistido precisamente en diseñarla e imaginarla hasta su último detalle; la confusión fue la expresión de nuestra incapacidad para poner esa amalgama de elementos sobre un escenario y ante el público.
Pero no nos dio miedo, lo que se dice miedo. Y descubrimos, pasmosamente, que éramos ajenos a ese miedo entendido como la perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.
Y es que el miedo puede ser una reacción de salvataje que nos obligue a no realizar acciones o a no frecuentar sitios o personas que, habiéndolo sabido en carne propia en el pasado, arriesguen nuestra integridad, nuestra vida, nuestros deseos.
Pero el miedo, cuando se enquista en lo imaginario, se transforma en un absurdo, en una pesadilla, en un par de zapatos de clavos que, a diferencia de aquellos que nos sirven para correr más de prisa sobre la pista de recortan, nos paralizan pues las púas hirientes están claveteadas con el filo hacia el interior del calzado.
Hay, en mi entorno, casos de miedos asombrosos. Érase una vez una señora que sentía no sólo miedo, sino pavor del más desatado hacia las arañas. A tal punto, que era de muy mal gusto pronunciar la palabra araña en su presencia. El miedo creció a tal grado que hubo una época, hacia el final de sus días, en que incluso la letra A estaba prohibida. Afortunadamente, llamándose Inés Moreno, con ausencia total de la letra A en su nombre, no se temía a sí misma, muy por el contrario. Pero, ¡ay de quien le dijera Inecita!
Y otra señora, también del círculo familiar, tenía tal miedo a salir de su habitación (en la que se mantuvo encerrada durante sesenta años), que sólo por la fuerza sus hijos y nueras lograron sacarla, de manos atadas a la espalda, a dar un paseo en auto por los potreros que circundaban Santiago. Durante el viaje, la señora Flora, percatándose del error de su fantasía tenebrosa, disfrutó como chiquilla del paisaje y del espacio a través de la ventanilla del auto. Eufórica y valiente, pidió que detuvieran la máquina, pues quería hollar el suelo del mundo con sus propios pies. Al salir del vehículo, ni bien dio dos pasos, cayó de bruces en un canal de aguas putrefactas, fracturándose la cadera. Su único comentario fue “cabros de porquería… ¡¿Por qué mierda me amarraron las manos!?”.
Y luego hay miedos absurdos y científicamente denostables, como el miedo al futuro, al pasado o al presente… tres situaciones inexistentes; eso es tenerle miedo a nada pues en el momento en que el miedo al presente nos asfixia, vivimos ya el pasado; y si es el futuro el que nos aterra, al sentirnos angustiados estamos ya en el presente, que ya es pasado.
Pero ahora estamos aquí para hablar de otro miedo, el miedo a la soledad, el miedo al estar solos, el miedo a no ser. Ese que ustedes, con su presencia, invalidan por completo.

Dauno Tótoro, escritor, guionista y editor, 2011

lunes, 5 de diciembre de 2011

Dices miedo por Javier Edwards / Ojo literario

Ojo Literario


Dices miedo es un texto interesante por donde se lo mire: relato gráfico de género inclasificable, aborda zonas de la experiencia humana en el límite externo de lo tolerable pero, sin embargo, muchas veces inevitable. Miedo, crimen, abuso en su literalidad textual y en toda su capacidad metafórica para montar unas efectivas imágenes sobre los extremos de la existencia, sus vínculos, las formas de poder que implican. Imágenes, tipografía que se transforma al ritmo del relato, textos que son la puesta en escena de un diálogo teatral, el negro que se apodera de las páginas, todos los distintos elementos presente en este breve y desafiante libro funcionan con acertada precisión. Como nada es perfecto, ni debe serlo, la gracia de este texto es que funciona y abre la puerta a una zonas de experiencia intelectual y sensorial que merecen ser visitadas. "Tal vez la rotunda postura en su costumbre resista los gestos cotidianos...Tal vez en el no saber, la resistencia" dice en las páginas 34 y 35, acompañada la frase de una fotografía de mujeres modestas, con caras de sufrimiento. Dices miedo, también hace uso del recurso intertextual y de pronto en su página 39, página negra, letra blanca, el escritor Manuel Rojas aparece en una frase: "Imagínate que tienes una herida en alguna parte de tu cuerpo, en alguna parte que no puedes ubicar exactamente, y que no puedes ver ni tocar, y supón que esa herida te duele y amenaza abrirse o se abre cuando te olvidas de ella y haces lo que no debes, inclinarte, correr, luchar o reír; apenas lo intentas, la herida surge, su recuerdo primero, su dolor en seguida: aquí estoy, anda despacio...". Heridas de esa parte del cuerpo que es la memoria, la psiquis, el alma y que se abren con fuerza y consecuencias impredecibles. El crimen -los crímenes- de que escribe Eugenia Prado Bassi son el resultado e invitan, como un recordatorio, a la necesaria reflexión sobre las causas. 101 páginas que se leen de corrido, en una intensa aventura textual y visual, pero que dejan pensando, que obligan a seguir el viaje más allá, como todo buen libro logra hacerlo.


Javier Edwards

Publicado en

http://es-es.facebook.com/ojoliterario




Dices miedo de Eugenia Prado, Ceibo Ediciones


Dices miedo de Eugenia Prado Bassi, es un ejercicio múltiple del terror como significante que se despliega de manera barroca y suntuosa en el escenario del texto. La escritura se desplaza en diferentes escenas y géneros que poco a poco difuminan sus contornos materiales, dejando entrever de manera elíptica, los diversos planos a partir de los cuales se formula un deseo con su cuota de desquicio, desamparo y placer: el crimen.
El crimen cita la infancia desgarrada, así como atrae la represión y el control punitivo carcelario en la figura castigadora de la médico, que actúa de puente entre la sujeto y su pena, la pena y la muerte, la muerte y el caos. Sujeto que se retira de lo social para formar una cicatriz impensada que atraviesa, de parte a parte, la civilidad estereotipada por el orden burgués.
De esta manera, Dices miedo, cuestiona la capacidad moderna de generar instituciones normalizadoras que ocultan las aristas duras, los tramos sobresaltados, los vértigos voraces, diseminando sus fuerzas hacia márgenes cuya factura múltiple y anómala descarga sus efectos sobre la devoradora y narcotizada ciudad posmoderna.

Eugenia Brito,
poeta y ensayista.